La tormenta eléctrica

Llegué a mi hotel en Bali cuando ya estaba oscuro. La habitación estaba a tres pasos de un campo de arroz pero yo aún no lo sabía por que era de noche. Me senté en el pasillo de entrada, precipitadamente comenzó a llover y pronto se convirtió en una terrible tormenta eléctrica, de alguna forma estoy acostumbrada, caen muchas en Medellín, pero aquí estaba presenciando una a otro nivel, parecía que cada segundo correspondía a un trueno y el cielo titilaba en lo que me dejaba reconocer el campo que estaba frente a mí sin necesidad de que llegara el día. Tras unos minutos los truenos se hicieron más fuertes y me sentí en medio mismo de la tormenta, si, ese campo era justamente su centro y sentí mucho miedo.

No sé desde qué momento, pero hubo un punto de mi vida en que comencé a soñar constantemente con el fin del mundo, y el fin del mundo (siempre en Itagüí) era un tsunami o una tormenta de rayos que comenzaban secamente a destruirlo todo. Sentí que estaba viviendo una de mis pesadillas.

Los rayos caían cerca, primero escuché uno a mi derecha, luego vi a la izquierda otro que tocó suelo y escuché el sonido eléctrico de la descarga. Me quería esconder, pero ¿cómo me podía esconder del cielo? no me moví ni un milímetro, no quería que un rayo se enterara que yo estaba ahí muerta del susto y decidiera descargarse en mí y entonces me preocupé por las vacas y los animales que descuidados se iban a mover, o iban a correr por los campos. ¿Y los árboles? ¡los más afectados! ¡pero qué culpa puede tener un árbol para recibir un golpe de esos!. Claramente no tengo ni idea de cual es la ciencia detrás de un rayo así que solo pude desconfiar de esa tormenta y de sus intenciones, como no lo entendía mi instinto apeló a humanizar a la tormenta y solo esperar a que se calmara sintiéndome a cada segundo diminuta y sin control, presenciando de la forma más intimidatoria la descarga del cielo sobre ese arrozal.

Imágenes del hotel -Umasari Rice Terrace Villa- y el campo de día, después de la tormenta.